Todos los profesionales del trabajo están de acuerdo en esto: el traductor profesional traduce de un idioma o de más idiomas extranjeros al propio idioma. Los casos de bilingüismo perfecto que permiten operar indistintamente en ambas direcciones, son raros, esto sucede porque al traductor no se le pide solo que domine un idioma se pretende que conozca también el mundo que está detrás de él y que sepa construir puentes entre dos mundos que permitan trasmitir cada matiz.
Llegados hasta aquí, hay que precisar que el estado de una nativa combinado con la suposición de que conocer el idioma extranjero no es un requisito suficiente para realizar automáticamente una buena traducción. Claro, para traducir bien no se puede prescindir de ello, pero por ello es necesario poseer una capacidad de escritura para poder escribir un texto target gramaticalmente correcto, fiel al original en cuanto a sus intenciones y caracterizado por un lenguaje apropiado y corriente. No todos los nativos de un idioma hablado son capaces de redactar un texto de calidad, al revés, si nos fijamos en los datos estadísticos, el porcentaje para el italiano es muy bajo (estamos hablando de un pequeño 16%).
Si continuamos analizando la cuestión de porque no basta ser nativo para ser un traductor, hay que considerar otro aspecto, es decir el país de residencia del traductor: se descubre muy a menudo que los traductores nativos que no viven en su país de origen sufren las interferencias del idioma extranjero en el idioma nativo, que pueden manifestarse a nivel de léxico o de sintaxis. El hecho de vivir en el extranjero implica una dificultad para seguir la evolución del idioma de proveniencia con una progresiva pérdida de familiaridad y un consecuente empobrecimiento lingüístico. Pero dado que, en este mundo globalizado sucede a menudo que por los más disparatados motivos profesionales, familiares, sentimentales o de otra naturaleza, se elija vivir en un país distinto del proprio (lo que comporta también algunas sustanciales ventajas, por ejemplo a nivel de conocimientos de la cultura de destino), al traductor se le pide que continúe mantenido vivo el contacto con el idioma nativo escrito y hablado, incluso alimentándolo con frecuentes estancias en el propio país.
Para finalizar, la última cuestión que tratamos en este momento es el problema de “nativo pero ¿de qué idioma?” es decir de la relación de la lengua nativa con la lengua oficial. Sucede de hecho, que nos encontramos con traductores que se identifican como personas que hablan una lengua nativa“grande” idioma internacional del cual usan al máximo una variedad local (como pude ser por ejemplo, el inglés o el francés de las colonias Africanas ), que refleja los fuertes ajustes históricos necesarios para exprimir la singularidad de una cultura.
Todos los traductores deberían por lo tanto dedicar un cierto tiempo a la puesta al día de las propias competencias en el idioma nativo oficial. Normalmente lo que se pretende es privilegiar el estudio del idioma extranjero descuidando la propia, pero el uso y leer más de la propia lengua nativa es fundamental porque como hemos visto al inicio, esta representa el principal instrumento de trabajo del traductor.